"Poco nos dicen al respecto las detalladas exposiciones estéticas, que por otra parte prefieren ocuparse de lo bello, grandioso y atrayente, es decir, de los sentimientos de tono positivo, de sus condiciones de aparición y de los objetos que los despiertan, desdeñando en cambio la referencia o los sentimientos contrarios, repulsivos y desagradables".
Sigmund Freud- Lo Siniestro (1919).
Sometidos a la estética del agrado y habitados por la cultura de la posmodernidad que obedece ciegamente al "Like" visibilizado en el dispositivo de las redes sociales-, se hacía impensable en las conversaciones iniciales con el colectivo de artistas, elaborar un formato posible que convoque a un gran público en este escenario ruinoso.
El significante ruina alude -en su etimología-a la acción de caer, nombra algo que el discurrir del tiempo dejó en mal estado, que se echó a perder. Dimensión de pérdida que operó como causa de deseo de la concepción del presente proyecto. Ruina y decadencia: se ubican así como el reverso de los ideales artificiales de éxito que proponen los circuitos legitimadores del arte.
Por su parte, la omnipresencia de la amenaza de demolición- siempre inminente al no tener noticias de una fecha de consumación- pulsó de manera latente como lo no dicho y por ende perturbador. Instalándose así la lógica de lo efímero (siendo éste el rasgo por excelencia que identifica a nuestra época), de modo que un artista no puede desconocer esto al ser él mismo un efecto de su contexto en el que -además- se insertan las prácticas artísticas.
Concomitantemente con esta lógica, gradualmente las líneas de trabajo fueron decantando en decisiones que para algunos consistieron en realizar una obra de sitio específico y para otros en la elección de obras que cobren sentido en la singularidad de este espacio vehiculizando un diálogo posible. El estar ubicados en la escena como habitantes que circulan transitoriamente por esta casa a punto de derrumbarse, generó un efecto de extrañeza en los artistas que sutilmente fueron nombrando como propio un espacio donde dar a ver su obra; lo que habla de un movimiento
subjetivo para apropiarse de aquello que les fuera dado como ajeno.
Sostener con actos el montaje de la muestra, funcionó al modo de un "ritual" que invitaba a la elaboración de un duelo al habilitar un tiempo de transición entre lo viejo y lo nuevo. Esto es, en una clara dirección a que lo viejo caiga, se desplome para alojar el nuevo emprendimiento de construcción a advenir. Inscribirse en un proyecto que bordea la estética del desagrado, de lo siniestro, implicó hacer una apuesta en lo simbólico: la apuesta al deseo que se renueva toda vez que el sujeto se enfrenta con la posibilidad de perder algo. Testimonio de esto lo son las paredes desnudas -sin velo-, descascaradas y rugosas cubiertas por la trama del moho, las telarañas que trepan por las lámparas, el real del ladrillo al descubierto configura en sí mismo una textura. Las habitaciones deshabitadas, lúgubres que destilan humedad y pobladas de algunos objetos se hacen eco de una cotidianeidad pasada dando cuenta de un tibio vestigio de vitalidad: estanterías cubiertas por el polvo, imaginería religiosa que pende de las paredes, la transparencia de las cortinas y un mobiliario de otro tiempo. Inventario de objetos que hacen las veces de espectros que impregnan cada ambiente por el que transita el espectador, inaugurando así un tiempo para resignificar este espacio.
La enunciación del proceso creativo planteado, relata una tarea de excavación en el sentido de explorar la decadencia que nos habita a la vez que hace referencia a la emergencia del deseo (deseo de hacer) que cobra
visibilidad en la decisión de este colectivo de artistas de ponerse manos a "la obra" capturando un instante frente a la inminencia del derrumbe.
Paola Calcerano
La Inminencia del derrumbe


















































